miércoles, 8 de septiembre de 2010

Teodoro W. Adorno es un gato: dos ensayos de Julio Cortázar

Por Mario Alberto Carrillo Ramírez-Valenzuela


“De niño era más sensible a lo maravilloso que a lo fantástico”[1] afirma Julio Cortázar en su ensayo “Del sentimiento de lo fantástico”. En él, de manera muy anecdótica y algo dispersa, Cortázar discurre sobre la reacción del hombre ante los aconteceres del mundo, en específico de lo insólito. Al encontrarnos frente a lo extraño tendemos a asustarnos y rápidamente buscar una respuesta que satisfaga nuestra tranquilidad, ya sea racionalizando el fenómeno o atribuyéndoselo a fuerzas sobrenaturales. La literatura ha sido un laboratorio donde se han explorado las diferentes aristas del universo, los textos maravillosos (o feéricos) dan cuenta de realidades alternas en el cual lo fantástico es cotidiano. Los poderes mágicos, seres mitológicos, etc. son aconteceres aceptados y naturales en esas dimensiones. Por otro lado, en los relatos fantásticos existe una transgresión de órdenes diferentes que desequilibran la lógica del mundo en el que irrumpen. Ahora, ni la literatura fantástica ni la feérica dependen de que el lector o los personajes sientan o no miedo o asombro ante los aconteceres que narran, sin embargo, Cortázar se detiene en el sentimiento hacia lo fantástico del hombre (del lector) y parece lamentar la incredulidad hacia lo insólito. De ahí que “los únicos que creen verdaderamente en los fantasmas son los fantasmas mismos”.[2]



El espíritu científico se ha encargado de desterrar cualquier vestigio sobrenatural de nuestro mundo. Con respecto a esto, Cortázar nos cuenta la siguiente anécdota: cuando el escritor tenía once años había leído con deleite el libro El secreto de Wilhelm Storitz y lo compartió con un amigo. Éste le devolvió al poco tiempo el libro sin haberlo terminado de leer, argumentando que le parecía demasiado fantástica la historia. El joven Cortázar se quedó perplejo ¿por qué menospreciar un evento ajeno a nuestra realidad? ¿por qué considerar intrascendente y carente de valor lo fantástico y lo maravilloso?


Sumadas a las imposiciones cientificistas están las imposiciones de la adultez. Los sucesos increíbles pertenecen únicamente al campo de lo irreal: los mitos antiguos, los cuentos infantiles y las películas hollywoodenses. En el mejor de los casos son historias de charlatanes, alucinaciones de borrachos o drogadictos, por lo tanto, el hombre que ha alcanzado la cima de la madurez no encuentra el más mínimo embeleso en imaginar tales eventos. En contraposición, en su ensayo "Del sentimiento de no estar del todo", Cortázar afirma tener “un temperamento que no ha renunciado a la visión pueril”[3]. Frente a los estímulos del mundo el escritor responde de manera creativa, mediante “un mecanismo de response and challenge”[4]. El niño no sólo encuentra novedoso y sorprendente su entorno, sino que también lo recrea. El hombre-creativo, el hombre-niño, es capaz de ver el mundo mediante las gafas de lo numinoso.

La reflexión de Cortázar en torno al sentimiento de lo fantástico surge a partir del peculiar comportamiento de su gato (llamado como el filósofo alemán Teodoro W. Adorno). Un día, sin razón aparente, el animal dirigió su mirada hacia lo que su dueño consideró un ente imperceptible al ojo humano, un ser que catalogaríamos como sobrenatural. La atención del felino se enfoca con naturalidad en algo que el hombre moderno vería con incredulidad o pavor. En “Carta a una señorita en París”, al igual que el gato Teodoro, el protagonista está familiarizado con lo fantástico, pero el resto del mundo no, por ello oculta su particularidad. Cuando Andrée le pide cuidar su departamento, el protagonista, aunque teme que su “habilidad” se convierta en un problema, no encuentra manera de negarse. Lo temido se hace realidad y el protagonista, desesperado, no encuentra otra solución que el suicidio. En lugar de responder ingeniosamente a ese challenge, el engendrador de conejos escapa por la vía fácil. El hecho fantástico se vuelve un conflicto porque, a diferencia del gato Teodoro, el protagonista no sabe convivir con él y mirarlo con asombro, sin escándalos.

Para Julio Cortázar la máxima gran prueba del escritor, del hombre, “es acorralar lo fantástico en lo real, realizarlo”[5], es decir, volverlo maravilloso.


[1] Cortázar, Julio. La vuelta al día en ochenta mundos, vol. I, México, Siglo XXI, 1967. Pág. 69.

[2] Ibid., pág. 75

[3] Ibid., pág. 32

[4] Ibid., pág. 36

[5] Ibid., pág. 70

domingo, 29 de agosto de 2010

Personajes Mirando una Nube

por Mario A. Carrillo Ramírez-Valenzuela



Los límites entre los géneros literarios siempre han sido muy delgados. En su Pequeña sinfonía del Nuevo Mundo, Luis Cardoza y Aragón inaugura su extenso poema con cinco epígrafes, el primero de ellos de Percey Bysshe Shelley: “La distinción entre poetas y escritores en prosa es un error vulgar.” Este juicio se hace evidente en Personajes mirando a una nube del escritor Tomás Segovia.


A los trece años Segovia llega a tierras mexicanas huyendo de la Guerra Civil donde realizaría sus estudios medios y superiores. Licenciado en Letras Españolas por la UNAM, el futuro escritor abreva de la tradición latinoamericana, lo que se nota al compararlo con sus contemporáneos iberos. En 1950 publica su primer libro titulado La luz provisional al que seguirán siete libros más de poesía y es hasta 1981 que publica narrativa.


Personajes mirando una nube comprende dieciséis relatos de varia extensión en su mayoría en primera persona. Los cuentos tienen la particularidad de no llevar título, cosa extraña en la narrativa pero común en la poesía. Algunos críticos señalan que la ausencia de títulos corresponde a una intención de fluidez en el texto, es decir, para que el lector no vea interrumpida su lectura. Una hipótesis personal es que, al no llevar títulos los relatos, el lector entra sin prejuicios al texto. Segovia no nos describe a sus personajes, los deja hablar y con lo que es enunciado, con la manera única y disímil de la voz de cada uno de sus personajes, nosotros vamos esculpiendo con la imaginación la silueta de esas nubes preciosamente humanas. En los cuentos de Segovia no se busca crear tensiones ni complicaciones, tampoco usar lo fantástico para alegorizar un problema social, los objetivos son distintos. La realidad, que en algunos cuentos colinda con lo extraño-posible, es el marco de los personajes, de los cuales el lector tiene la responsabilidad de identificar el género, el oficio, las angustias y las alegrías.

Tomás Segovia hace germinar a sus personajes como nubes en un día claro.


Recomendaciones:

Personajes mirando una nube, Tomás Segovia. Narrativa Mondadori

Anagnorisis, Tomás Segovia. Premiá Editora

lunes, 5 de julio de 2010

Sobre La vida ordenada de Fabio Morábito




Hace un mes llegó a mis manos La vida ordenada, segundo libro de relatos de Fabio Morábito. La edición era de Tusquets de su colección Andanzas que, según reza la descripción, se caracteriza por ofrecer títulos imprescindibles y gratificantes.

El libro se lee rápido. La prosa de Morábito es sencilla y precisa, sin imágenes ni escapes poéticos, algo que podría esperarse del que también escribe poesía. Las tramas no son complejas, pero distan de ser aburridas: visitas y reuniones familiares en las que se permite, por un momento, transgredir los límites de la solemnidad al ser develados secretos íntimos o al tomar decisiones trascendentes; en otras, las visitas son para redimir errores del pasado.

A pesar de su apariencia simplona, los relatos han sido muy bien pensados. Morábito se vale de dos cosas: detalles pequeños y distractores grandes. Los primeros los va dejando como moronas de pan y resultan reveladores al final de las historias. Los distractores, en cambio, se establecen casi desde el principio: una muerte, una habitación cerrada, un amor inconcluso, un sueño vívido, etc., y son utilizados para brindar una fina tensión.


En la contraportada del libro, puede leerse lo siguiente: “la mayor revelación del género de los últimos años”, afirmación del escritor José de la Colina. La vida ordenada es un libro hecho con la dedicación de artesano, pero no creo que se la gran aportación a la literatura hispánica. El libro tiene errores y visibles: vocabulario repetitivo –algo que se puede esperar de alguien que aprendió español hasta los quince años-, reiteración de narradores –hombres de mediana edad pasando por conflictos de pareja-, la misma fórmula de hilvanar la narración. Tampoco creo que el juicio sea acertado. Se nota que Morábito ha abrevado de otro gran escritor: Raymond Carver.

Considerado como uno de los grandes cuentistas del siglo XX, Carver se dedicó a salvar el honor y gloria de la cotidianidad. Su colección de personajes va desde parejas con problemas maritales y ciegos paternales a vendedores de vitaminas y Chejov. Minimalista, el norteamericano aboga por la cruda realidad en que se desenvuelve el hombre común, contando su día a día, los imperceptibles triunfos y grises fracasos. Los paralelismos que tiene La vida ordenada con la obra de Carver son evidentes.

Aunque no es original, el libro de Morábito se construye con un aliento moderado y ofrece historias simétricas donde nada es gratuito.



Recomendaciones:
La vida ordenada de Fabio Morábito. Tusquets, Colección Andanzas.
Catedral y Tres rosas amarillas de Raymond Carver. Anagrama